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En esta Navidad te ofrezco…

Esto de la Navidad para muchos se ha convertido en un suplicio y desgaste por la gran cantidad de compromisos que se adquieren al querer demostrar el gran afecto que tenemos. Tristemente para muchos se modificó el sentido de la Navidad hace ya muchos años al pedir en lugar de ofrecer.

Cuando nació Jesús nadie fue a pedir. ¡Imagínate! En ese pesebre maloliente, lleno de animales por doquier, en la más extrema pobreza y recibir a un centenar de personas que iban a pedirle algo a ese indefenso niño. ¿Cómo se les ocurre? ¡Qué puntadas! –diría mi mamá. La gente de los alrededores llegó durante varios días a adorar y a ofrecer, no a pedir.

Sin embargo nos hemos dejado influenciar por diferentes modas que nos invitan a que la Navidad es regalos, regalos y más regalos, sin faltar Santa Claus y el muñeco de nieve. Por supuesto que no quiero convertirme en el Grinch porque bien que disfruté mi infancia con esa ilusión y mis hijos también.

Rara vez he visto una película taquillera de Navidad donde aparezca un nacimiento o a los protagonistas haciendo una oración por el nacimiento de Dios. Yo creo que oran y dan más significado al Día de Acción de Gracias que a la Navidad. Lo que sí abundan en dichas películas son pinos, muñecos de nieve, aglomeraciones de gente comprando, cenas con pavos increíbles que se me antojan muchísimo, infinidad de focos que alumbran las casas, cual vil competencia para ver cuál es la que más brilla o se ve más bonita.

Reconozco que he caído en la tentación de que en cada Navidad pido a Dios algo, lo cual obvio no tiene por qué ser un error, pero deseo que en esta Navidad sea diferente, al ofrecer en lugar de pedir.

He decidido ofrecer al niño Dios que nace en mi corazón tres cosas:

1. Te ofrezco en esta Navidad, tener más paciencia para recordar que mis tiempos no son iguales a los tiempos de Dios. Vivir de prisa me ha acarreado muchos conflictos y más contratiempos. Evitaré confundir la urgencia con la prisa, porque existen situaciones urgentes que requieren tener la destreza y el tiempo para analizar y evitar errores subsecuentes. Paciencia para detectar lo que esperas de mí y contemplar todo lo que me ofreces. “Maneja despacio que llevamos prisa”, decía mi padre cuando yo empezaba a manejar y sobrepasaba el límite, o su límite de velocidad. Paciencia para recordar que la gente lleva su ritmo y no precisamente es igual al mío. Paciencia para reaccionar ante el enojo, sobre todo con quienes esperan de mí cordura, amor o entendimiento.

2. Te ofrezco en esta Navidad ser más sensible ante las necesidades de los que me rodean. No olvidar que otorgar minutos para escuchar efectivamente, una palabra de aliento, un abrazo fraterno, una mirada afectuosa, una sonrisa sincera se convierten en verdaderos regalos inolvidables para quien sufre. Dar de corazón deseando que lo mucho o lo poco que otorgue, sea entregado con esa actitud afable y distintiva y por ningún motivo de mala gana. Por todo lo anterior te prometo no olvidarme del Cristo necesitado que habita en millones de personas en pobreza y compartir algo de lo que gracias a ti recibo.

3. Te ofrezco en esta Navidad ser más agradecido y evitar quejarme constantemente de todo lo que no tengo y apreciar sinceramente todo lo que sí tengo y no veo. Evitar la terrible costumbre de compararme constantemente con quien más tiene sin percatarme de tantas y tantas cosas, situaciones, actitudes en las cuales he sentido tu presencia. Agradecer de corazón todo lo que haces por mí observando tu presencia divina en todo aquello que se soluciona a favor mío o de los míos y que erróneamente adjudico a la buena suerte.

Ser constantemente agradecido, aún de lo que no sucedió a mi favor, haciendo vida la frase que dice: “Gracias Dios por todo lo que me diste y por todo lo que no me diste, simplemente porque no era lo mejor para mí”.

Quitaré de mí, la pésima costumbre de la queja continua —sobre todo— de todo aquello que es irremediable, buscando la aceptación, la fortaleza y la templanza ante lo que no puedo cambiar.

Es buen momento para agradecer que vivimos una Navidad más y espantar al fantasma de la nostalgia y la tristeza que tiende a posicionarse en la mente de muchos de quienes recordamos a quien ya no está, lo que sucedió o no sucedió, quién nos ofendió o quién no nos valoró. Una Navidad diferente donde decido de todo corazón ofrecer al niño Dios que nace en mi corazón, no mis carencias y miserias, que estoy seguro bien conoce, sino lo mejor de mí y mi más ferviente anhelo de convertirme en un ser mejor.

¡Feliz Navidad!

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