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La Virgen de Guadalupe

  • Foto del escritor: Eduardo Alvarado
    Eduardo Alvarado
  • 13 dic 2018
  • 2 Min. de lectura

“¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el pliegue de mi manto, donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes necesidad de algún otra cosa?

Ayer, 12 de diciembre, se conmemoró el 487 aniversario de las apariciones de la Virgen, en el cerro del Tepeyac, en México. Y como cada año, millones de peregrinos acudieron a la Basílica de Guadalupe para rendirle culto a la que es considerada la Madre de las Américas.

La Virgen María representa, no sólo a la madre de Dios, sino una divinidad con la que mucha gente se identifica por tener una naturaleza humana. Es por ello que la Virgen está siempre presente en los rezos, pues es valorada como la intercesora entre Dios y los hombres.

Por otra parte, ya sea por su propia naturaleza o por su carácter “femenino”, la Virgen tiene siempre una consideración especial y alguien a quien acudir cuando estamos afligidos.

El caso de la Virgen de Guadalupe, tiene un atractivo especial, pues además de su carácter divino, su imagen grabada en el ayate del indio Juan Diego, ha demostrado, después de diversas investigaciones, que no tiene explicación científica natural. ¡La tilma de Juan Diego es la única imagen divina conocida de la Santísima Virgen María que existe en nuestro planeta!

Para los no creyentes, esto no deja de ser algo admirable; pero para los católicos, la Virgen de Guadalupe es algo aún más profundo, pues es la representación de la conexión entre los hombres y Dios.

En un aniversario más, ¡Felicidades a nuestra Morenita, nuestra querida Virgencita de Guadalupe!

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