Karma: La maldición de la caída
Hay dos fuerzas poderosas que dominan nuestras experiencias en esta Tierra: el karma y la gracia. Para comprender estas fuerzas, primero debemos definir cada una y describir cómo funcionan en nuestras vidas.
El Karma se conoce como la Ley de Causa y Efecto. En la Biblia, se llama la Ley de la Cosecha cuando enseña: “Lo que cada uno siembra, eso cosechará” (Gálatas 6:7). En otras palabras, si plantas una semilla de manzana roja, cosecharás muchas manzanas rojas. Si plantas una semilla de manzana verde, cosecharás muchas manzanas verdes.
La Ley del Karma funciona como la Ley de la Gravedad en el sentido de que ni el Karma ni la gravedad toman en consideración las cosas buenas que pudiste haber hecho en tu vida antes de imponer sus consecuencias. Esto significa que cada vez que cometes un error y pierdes el equilibrio, la gravedad automáticamente toma el control y te caes. Comete un error y pierde el equilibrio desde un lugar muy alto, y caerás y morirás. Es lo mismo con el Karma. Comete un error y lastima a alguien y de inmediato debes una deuda kármica por ese error. Eso es porque el Karma toma cada acción individualmente y mide una consecuencia igual a esa acción. En pocas palabras, la deuda kármica y la gravedad son como equipaje: ambos te sujetarán con un peso, independientemente de lo buena persona que seas.
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Puede ser una sorpresa escuchar que la deuda kármica nunca puede pagarse con buenas acciones. La razón es que nosotros, como seres humanos, siempre cometemos errores, intencionales o no, por encargo o por omisión. Peor aún, hay humanos que intencionalmente infligen daño a otros por algún tipo de ganancia personal. Puede ser por razones financieras, políticas o sociales o por ganancias emocionales, como venganza o rencor. Como resultado, nunca podemos recuperar el equilibrio y superar las consecuencias negativas del karma. Si pudiéramos pagar nuestra deuda kármica, nuestras vidas no se llenarían de sufrimiento, envejecimiento o muerte.
Hubo un tiempo en la Tierra en que el hombre no vivía bajo la Ley del Karma. En el Jardín del Edén, el hombre vivía por gracia bajo la plena protección de Dios. En este paraíso, no había sufrimiento, ni envejecimiento, ni muerte. Después de la Caída, perdimos la gracia de Dios y comenzamos a vivir bajo la Ley del Karma. La Ley del Karma es la maldición que Dios colocó sobre el hombre y la Tierra porque el hombre decidió seguir a Caos, el padre del mundo en el que vivimos hoy. Debido a la maldición de la Caída, cada uno de nosotros tiene la semilla del Caos. Esta semilla del Caos es la muerte.
Si bien las buenas acciones son importantes, no son suficientes para salvarnos de nuestra deuda kármica. Esta gracia salvadora sólo se encuentra en el corazón de Dios. En mi próxima columna, explicaré cómo la gracia de Dios es como un buen crédito de karma, ya que proporciona el equilibrio necesario para permitirnos liberar el equipaje de la deuda kármica. “Por la gracia, en efecto, han sido salvados mediante la fe; y esto no es algo que venga de ustedes, sino que es un don de Dios; no viene de las obras…”. (Efesios 2: 8-9). Madre Búho.