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Decisiones que definen tu destino

¿Cómo tratas a tu familia?

¿Dónde y qué estudias?

¿Con quién te juntas?

¿Con quién compartes tu vida?

¿En qué trabajas?

¿En qué crees?

Sin duda son decisiones importantísimas que definen en gran medida el nivel de tu felicidad y la armonía que hay en tu vida. Imposible negar que la infancia juega un factor fundamental en el futuro de cualquier ser humano. Un niño que fue amado, querido y valorado tiene más posibilidades de tener un futuro más promisorio que quien no lo fue.

Gran impacto causamos en los hijos cuando les fomentamos la cultura del miedo y la sobreprotección. Los hacemos dependientes y temerosos para tomar decisiones porque todo lo hacemos por ellos evitando a toda costa su malestar o dolor.

Hace tiempo en una entrevista que realicé en la radio, una especialista en desarrollo humano me dijo que gran parte de lo que nos sucede lo permitimos o lo provocamos. Sin embargo, hoy quiero hablar de otro tipo de decisiones que podrían ser consideradas como poco importantes o intrascendentes y que también marcan tu destino para bien o para mal.

Iniciando un día, podemos provocar mejores resultados al decidir tener una mejor actitud ante lo que nos espera, lo cual en la mayoría de los casos no se puede predecir ni asegurar. Deseamos, planeamos, nos organizamos para que lo que deseamos salga como esperamos, pero las adversidades, los contratiempos y los sucesos inesperados se presentan. Ciertamente nos desequilibran e incluso nos pueden descontrolar, al sacarnos de un balance que hemos visualizado; pero es parte de nuestra vida.

Decido diariamente qué imagen quiero proyectar a los demás, y no solamente a través del vestuario, sino con la cara que pongo, el vocabulario que utilizo y el lenguaje corporal que me caracteriza. Estoy seguro que quienes leen este artículo también tienen la libertad de elegir qué comer y cuánto comer, cuidando o descuidando su cuerpo, que constituye el instrumento fundamental para vivir.

Gran parte de nuestras relaciones humanas se rigen bajo el mismo principio; queremos tener armonía pero olvidamos que somos arquitectos de nuestro destino al cuidar la forma en la que controlamos nuestras emociones y nuestras reacciones. Cada día decides si a la gente la quieres, la soportas o la deseas controlar. También decides si esa misma gente te descontrola, te molesta, te agobia o te desquicia. No somos perfectos y cuesta mucho tiempo y preparación tener el estado de iluminación de los grandes maestros que promueven la paz en el mundo y fomentan el control para nunca enojarse o molestarse con esos seres que tienen la capacidad de convertirse en una verdadera calamidad.

Frecuentemente me preguntan por qué, siendo médico, me dedico a esta actividad, que tanto quiero, de llevar mensajes relacionados con la actitud, las relaciones humanas y la mejora continua. Y mi respuesta siempre es la misma: gran parte de las enfermedades que padecemos tienen una estrecha relación con la actitud que tenemos en la vida y las emociones que manifestamos. Las investigaciones lo revelan. Quien hace del enojo y la amargura un estilo de vida tiene una mayor predisposición a enfermarse y a disminuir su promedio de vida. Difícilmente estaremos en un estado de cero problemas y perfecta estabilidad y depende de cada uno de nosotros hacer de nuestra vida un infierno o una bendición. La felicidad se encuentra en la capacidad de adaptarse a las circunstancias que no dependen de nosotros, de disfrutar cada momento y encontrar motivos suficientes que le den sentido a la vida.

Bendito libre albedrío que nos permite tomar un sin fin de decisiones que pueden contribuir a nuestro crecimiento o a nuestra desgracia.

Buen momento para hacer un breve análisis a través de las siguientes preguntas:

1. ¿Sientes que las decisiones tomadas recientemente han sido las mejores en base a los resultados que has obtenido?

2. ¿Eres tú quien decide el rumbo de tu vida, o lo pones frecuentemente en manos de los demás?

3. ¿Analizas a fondo cada decisión que tomas o incluyes la adrenalina y la aventura sin medir riesgos ni consecuencias?

4. ¿Inculcas en la gente que amas la importancia de evaluar los diferentes escenarios en base a la variedad de decisiones que toman?

5. ¿Te arrepientes frecuentemente de lo que decides?

Estoy seguro que las preguntas anteriores te ayudarán a analizar la importancia que le das a la bendita capacidad que tenemos de elegir.

¡Ánimo!

Hasta la próxima.

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