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¿Eres tu propio chivo expiatorio?

El derecho divino de los reyes es la doctrina de que reyes y reinas fueron designados por Dios para gobernar sobre sus súbditos. Esta creencia significaba que era un pecado que la gente se rebelara contra la monarquía. Como parte de esta doctrina, un joven príncipe sólo podría ser castigado por su padre, el rey. Debido a que el rey rara vez estaba disponible cuando su hijo se comportaba mal, al príncipe se le asignó un chivo expiatorio que asumiría la culpa del mal comportamiento del príncipe y recibiría el castigo.

Si bien la sociedad moderna ha rechazado la idea del chivo expiatorio, la mayoría de los seres humanos tienen la necesidad de buscar a alguien o algo a quien culpar cuando las cosas van mal. ¿Tu auto no arrancó? La vida apesta. ¿Tu familia no te aprecia? Mereces estar enojado. ¿Tus amigos no te envían mensajes de texto o te llaman? Nadie te ama.

Todos nosotros hemos sido víctimas de los desafíos y dificultades de la vida. Es la naturaleza de la vida misma. Al mismo tiempo, ser herido o que se aprovechen de ti, ya sea emocional o físicamente, puede crear sentimientos de inutilidad. Es este sentido de carencia de valor lo que puede empujarte a sentirte impotente ante tus pensamientos, tus sentimientos y tu situación. En lugar de ser compasivo y amable contigo mismo —y encontrar formas de dejar ir el dolor, la ira y la culpa— te conviertes en tu propio chivo expiatorio, castigándote perpetuamente con profundos sentimientos de desesperación e impotencia. Sintiéndote inútil e impotente, todo lo que te queda es la mentalidad de víctima o lo que yo llamo el síndrome “del pobrecito de mí”. Este síndrome es la necesidad de explicarle a otra persona todas las formas en que has sufrido para provocar la respuesta de “pobrecito” cada vez que esa persona te ve o piensa en ti. ¿Acaso no hay en tu vida personas por la que sientas lastima y piensas “pobrecito/a”?

No sé tú, pero yo no quiero que la gente me diga “pobrecito” a mí o de mí, independientemente de lo que haya sufrido.

Puedes tener todo el derecho de sentir que la vida ha sido especialmente dura e injusta contigo. Sin embargo, elegir enfocarte en cómo fuiste herido sólo te mantiene atascado como una víctima, que está azotando su propia mente y cuerpo en un frenesí con su sufrimiento interminable. Pasar del modo de víctima a uno más fuerte y más feliz, significa primero dejar de lado la culpa y el culparte a ti mismo; y eso no significa eliminar la responsabilidad. Todos somos completamente responsables de nuestras propias acciones, del mismo modo que todos somos totalmente responsables de nuestra propia felicidad.

Deja de castigarte siendo tu propio chivo expiatorio. Libérate de la culpa y comienza a vivir de nuevo.

Madre Búho.

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