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CONTAGIO EMOCIONAL

¿Crees que se pueden contagiar la emociones?

Es fin de semana. Hago ejercicio con música muy motivante; posteriormente, ingreso al baño de vapor con aromaterapia, lo cual es un verdadero relax para mí, termino y me sumerjo en la lectura de un libro que disfruto desde hace varios días. Repentinamente, recibo la llamada de una persona que mi familia y yo apreciamos mucho, y me empieza a compartir cómo su esposo la humilló y amenazó a tal grado que optó por irse de la casa con sus dos pequeños hijos. Es una mujer a quien conozco desde hace más de 20 años, buena hija, excelente madre, una gran profesionista, que hace 15 años se enamoró profundamente de la persona equivocada.

Durante los dos años de noviazgo recibió múltiples señales de alarma relacionadas con el maltrato por parte de quien decía amar para siempre; pero como en muchos casos similares, ella seguía cegada en esta mágica etapa llamada “enamoramiento”. En ésta, como probablemente sabes, la dopamina y otras sustancias relacionadas con la felicidad están elevadas haciéndonos minimizar defectos y magnificar cualidades, aunado a la falsa ilusión de que algún día, con el amor que se le profesa, va cambiar.

Al decirme todo lo que sucedió, mi estado emocional cambió drásticamente de la tranquilidad, al enojo; de la paz y la armonía total, a la molestia por lo sucedido. Los pensamientos basados en las emociones negativas se hicieron presentes y cambió totalmente mi actitud. Concluí una vez más que todos tenemos la capacidad de poder contagiar emocionalmente a los demás, independientemente de los nexos que nos unan.

Hay amigos, familiares, compañeros de trabajo o conocidos que llegan con una buena noticia y su alegría se transmite de tal forma que estamos igualmente felices. De por sí somos seres cambiantes y las circunstancias pueden hacer cambios drásticos en nuestra forma de ver la vida aunado a todo lo que vemos, escuchamos y sentimos, incluyendo los pensamientos dominantes que nos permitimos tener.

Una historia, una persona, una canción, una película puede conmovernos a tal grado que la sensación perdure por horas, días, meses o años. De ahí las exclamaciones que hemos dicho o escuchado como:

“Esa película me cambió la vida”.

“Esa persona me hizo ver la vida diferente”.

“Cuando ando de malas, procuro poner este tipo de música y me siento mucho mejor”.

“Mis hijos llegan y me cambia el semblante” (para bien o para mal).

Así como los virus y las bacterias se pueden transmitir fácilmente, sucede lo mismo con las emociones. Cada vez que intercambiamos ideas, también intercambiamos emociones. Mimetizar es una forma de hacer sentir que tu dolor me duele y tu alegría me alegra. Es la gran diferencia entre empatía y contagio emocional.

En la empatía, hago consciente la necesidad de ponerme en los zapatos del otro para intentar sentir qué es lo que le pasa. En el contagio emocional, de manera inconsciente y sin esfuerzo alguno, me contagio cual vil enfermedad de lo que siente y me puede afectar para bien o para mal.

Todos tenemos las llamadas neuronas espejo que permiten entender e interpretar los sentimientos y acciones de los demás y precisamente es debido a estas neuronas que se suscita el contagio emocional. La influencia dependerá de la susceptibilidad.

¿Cuándo y quiénes somos más susceptibles a ser contagiados emocionalmente?

1. Cuando quien emite la emoción es un ser querido. Por supuesto que ese vínculo nos hace vulnerables a padecer sus desgracias y a alegrarnos por sus éxitos.

2. Quienes acostumbran a hacer propios los problemas ajenos. Hombres y mujeres que tienen sangre de redentores y salvadores de las causas nobles y se esfuerzan e incluso se sacrifican en pro de quienes sufren. Por supuesto que esta solidaridad y amor desmedido se agradecen, pero se deja a un lado la empatía y, por la misma susceptibilidad, se padece el contagio.

3. Quienes tienen un historial personal de dolor y, por lo tanto, entienden mejor y pueden llegar a contagiarse de esas emociones fruto de experiencias ya vividas que los hacen remontarse en el pasado y percibir más fácilmente esas emociones.

4. Las víctimas de chantaje emocional. Sus victimarios saben perfectamente que son presas fáciles para que sufran lo que desean que sufran. Su excesiva nobleza y afán de agradar, ser aceptados y satisfacer las necesidades de quien dicen amar los hacen padecer el contagio emocional.

5. Quienes tienen poco conocimiento de las técnicas para evitar involucrarse constantemente y permanentemente en los problemas de los demás. ¡Imagínate que los terapeutas se dejaran contagiar por cuanto paciente atienden! Su grado de desgaste sería tremendo por sus repercusiones en su estado anímico y físico.

No podemos evitar sentir, es algo que nos diferencia de muchos otros seres de la creación, pero es bueno estar atentos del gran impacto que nuestras emociones pueden causar en los demás. La risa es contagiosa, la tristeza también. Las acciones basadas en la bondad desean ser imitadas o por qué no superadas; las acciones basadas en el miedo y el dolor pueden ser también imitadas.

Cuando los padres expresamos constantemente los peligros que existen y que deben de ser evitados a toda costa, lo hacemos por el bien de nuestros hijos, pero no somos conscientes que hacerlo con exceso los sumerge en un mar donde el miedo y la incertidumbre los acompañarán por el resto de sus vidas.

Evitemos que nuestras emociones negativas, que naturalmente todos tenemos, se expandan por doquier y ocasionen un efecto cascada que incremente el daño original.

¡Ánimo! Hasta la próxima

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