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No te enganches en discusiones

“¿Pero qué no entiendes? ¡Te estoy diciendo que no fue así!”

“Por supuesto que el equipo jugó re-mal. ¿Cómo se te ocurre decir que fue error del árbitro?”

“Mira, si alguien sabe de esto soy yo…”

“Estoy bien segura de lo que estás pensando. ¡Te conozco!”

Esta última exclamación es de quienes disfrutan discutir, que sienten que tienen la verdad absoluta, pero además de creer que es así, tienen ciertos conocimientos psíquicos para poder leer la mente. ¡Por favor!

Lo cierto es que todos en un momento determinado creemos tener la verdad irrefutable en ciertos temas que se transforman del diálogo ameno a la discusión acalorada.

Discutir es hasta cierto punto algo natural; algo que le puede dar un toque diferente a la reunión porque las pasiones siempre serán motivo de interés; ¿dime si no es lo que le da rating a un programa de televisión? Ese momento de clímax en el que los protagonistas de una entrevista, serie, película o reality show empiezan a expresar sus puntos de vista diferentes y terminan en una discusión acalorada donde se plasma claramente la inteligencia en algunos o la falta de cordura y madurez en otros.

Hablando de madurez, estoy plenamente convencido que dentro de la gran variedad de situaciones en las cuales se puede mostrar ante los demás, la más convencional es mantener la calma cuando los demás están alterados.

Discutir es sin lugar a dudas una catarsis o válvula de escape gracias a la cual podemos extraer de cada uno de nosotros la presión que vamos acumulando al paso de las horas, días o años y en esos momentos podemos dar nuestro punto de vista ante determinada circunstancia, y simplemente no medimos la formas para soltar esa energía acumulada que muchas veces no podemos extraer en otros ámbitos.

Es el típico caso de quien trabaja en un lugar hostil en el cual le es imposible expresar su malestar y guarda un silencio doloroso que va convirtiéndose en coraje o rencor que se desquita en otros lugares, especialmente donde sí puede y ese lugar es, generalmente, su propia casa, con la gente en quien sí puede ejercer control porque “lleva el sartén por el mango”. ¡Pobre esposa e hijos de quien es aplastado en su trabajo! O viceversa, el caso de la mujer sumisa y abnegada que desquita su coraje con los hijos; o el hombre aplastado controlado por una mujer gallona, cajetona y calzonuda que toda su vida estuvo acostumbrada a imponer su voluntad, por lo que el “inocente” opta por no hablar ni expresar su sentir, y en el trabajo el sumiso se convierte en una fiera con la gente a su cargo y ya te podrás imaginar el tipo de jefecito que es.

Discutir debería ser un arte que incluya las siguientes destrezas:

1. Con quién discuto.

¿Quién es esta persona que está expresando su sentir o contradiciéndome en algo que estoy plenamente convencido? ¿Vale la pena engancharme? ¿Tiene conocimientos del asunto en cuestión?, ¿Es alguien de peso en mi vida? ¿Su historia personal me dice que es congruente y sabe de lo que generalmente está hablando? Cuando formulo la pregunta de si es alguien con peso en la vida, me refiero a una persona significativa que podría no tener la razón, pero que no es saludable ni conveniente entrar en una discusión acalorada porque puedo ganarla a costa del resentimiento, y eso ocasionaría muchos conflictos, por ejemplo tu jefe. Es alguien con peso suficiente como para utilizar las valiosas cuerdas vocales que estoy seguro que al paso del tiempo –y como todo— se van desgastando poco a poco. Buen momento para identificar si es alguien que goza discutir sin ton ni son de cualquier tema o cuestión. Esos seres que Dios permite que se presenten en nuestro camino para poner a prueba nuestra capacidad de tolerancia, y que además disfrutan la polémica, que para ellos o ellas es un delicioso manjar que les permite degustar el malestar de los demás. Les permite soltar presiones que en otro lado no pueden externar porque no tienen fuerza ni credibilidad. Son esos seres de la creación a los que difícilmente les ganas y gozan cuando te ven que te retuerces con uno o mil argumentos para convencer y que, al final, te dicen: “pues no estoy de acuerdo, y hazle como quieras” ¡Sopas! ¿Y tú? Echando humo, terminando la discusión sin ganadores, pero sí con dos perdedores.

¡Hay ni-ve-les! Y entrar a discusiones con este tipo de personas puede ocasionarte malestares emocionales y físicos. ¿De veras vale la pena engancharte con personas así?

2. Una dosis de humildad.

Que se manifiesta escuchando con empatía. Intentando identificar sus argumentos sin pre-juzgar o anteponer verbal o mentalmente nuestro sentir. Humildad para recordar que no siempre tengo la verdad absoluta y que en cualquier discusión siempre hay tres verdades: mi verdad, tu verdad y la verdad. Veamos si entre los involucrados podemos llegar a una verdad. La dosis de humildad se expresa al mantener una actitud afable, cordial, lo cual es sinónimo de inteligencia, aun y que mi verdad no sea la que triunfe.

3. Hacer sentir importante.

Quienes tienen como estrategia de vida el hacer sentir siempre importantes a los demás, aún en los momentos de discusión, generalmente se convierten en personas interesantes y agradables. Nunca será buena estrategia hacer sentir a otros que tú eres más inteligente, porque obviamente ganarás la discusión a costa del rencor o resentimiento. La estrategia de hacer sentir importante tiene un mejor impacto cuando es con sinceridad, sin necesidad de caer en la adulación. ¿Cómo puedo decirle mi verdad contundente sin hacerlo sentir mal? De antemano sé que tengo los argumentos necesarios para ello, pero busco la manera de expresarlo sin fomentar el dolor. Recomendable al final de la discusión agregar frases como: “entiendo tu punto de vista…”, “yo pensaría lo mismo en otras circunstancias…”, o simplemente “no quiero que mi opinión te haga sentir mal”.

Hagamos de una inminente discusión un arte donde brille la cordura y el entendimiento. Y si esto no es posible por la apatía o difícil personalidad de quien piensa diferente, termina con un argumento que invite a la reflexión posterior o el por qué de tu punto de vista. Pero sobre todo… ¡no te enganches!

¡Ánimo!

Hasta la próxima

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