¡Pero qué afán de preocuparse!
- Dr. César Lozano
- 9 nov 2017
- 3 Min. de lectura
Hace unos días tuve el gusto de impartir una conferencia para un grupo de 1,000 jóvenes de una universidad. Durante la misma, se me ocurrió formular la siguiente expresión: “Por favor, levanten la mano los que se consideran “preocupones”. ¿Cuántos jóvenes crees que la levantaron? ¡El 80% de los asistentes!

¡Son muchos! ¡Tan jóvenes y ya tienen una vida llena de conflictos y tragedias que no han sucedido! Porque como su nombre lo indica son pre, (de previo). No ha sucedido lo que les pre-ocupa y ya están orquestando una serie de situaciones que posiblemente nunca ocurran. ¿No crees que es una terrible pérdida de tiempo y energía? Sí. Porque utilizamos nuestra mente para nuestro martirio. Fuera bueno que la utilizáramos para crear y crecer.
Todos tenemos problemas, pero no todos los manifestamos de la misma manera. Hoy quiero compartir contigo algunas estrategias que me han servido enormemente para evitar este hábito de preocuparnos por todo, y que lo único que hizo en mí por mucho tiempo, fue generarme algunas canas y una gastritis que gracias a Dios y a la aplicación de estas técnicas ya no padezco.
1. PIENSA POSITIVO. Cuando empieces a maquilar una escena que aún no ha ocurrido y no deseas que suceda, te sugiero que inmediatamente pienses en lo que sí quieres que ocurra, no en lo que piensas en forma negativa. Cambia el enfoque de la situación. ¿Por qué no en vez de pensar en lo que no quieres, piensas en lo que sí deseas? Te aseguro que de esta forma estarás atrayendo a ti algo bueno. Recuerda la ley de dice: Atraemos lo que más pensamos o lo que más sentimos.
No olvides que un pensamiento provoca un sentimiento. Y que un sentimiento provoca una acción. Por lo tanto la mejor manera de tener sentimientos y acciones positivas, es mejorando nuestros pensamientos. Si en este momento te preocupa que tus hijos estén fuera de casa, puedes pensar en dos escenarios totalmente distintos. Uno es el negativo, el pensamiento típico que provoca una preocupación: “Que no les suceda nada a mi hijos”. “Que no les vayan a hacer ningún daño”. Pensar así es hacernos sentir mal, y atraer situaciones no deseadas hacia nosotros. El cambio de mentalidad, el pensamiento positivo sería: “Deseo que mis hijos regresen con bien”.
Es más, te pido que tu pensamiento sea como un decreto o como una afirmación. Por supuesto que generalmente, y por tradición o por creencias relacionadas con la fe, ponemos a Dios por delante: “Dios quiera y regresen con bien”. Obviamente eso no es malo, pero analizándolo detenidamente, decir “Dios quiera”, es como que tenemos cierta duda. No debemos temer, Dios es amor, y siempre desea lo mejor para nosotros.
2. ANALIZA LA SITUACIÓN. Te pido que cuando te asalte una preocupación, te des cuenta y “observes” detenidamente tus pensamientos. Analiza y fragmenta el problema en cuestión ¿Por qué me preocupa esto? ¿Qué acciones puedo tomar en este momento para evitar posibles consecuencias dañinas? Si no hay nada que hacer, entonces es mucho mejor seguir los pasos de la recomendación número 1.
Si existe alguna acción, ¡hazla ya o prográmala para que deje de atormentarte! Muchas de las preocupaciones pueden causar insomnio. Estás piense y piense en lo que tienes que hacer al día siguiente. Te sugiero que te levantes y lo escribas. Es fundamental diferenciar entre lo que son los pendientes, y lo que son propiamente las preocupaciones. Los primeros son situaciones o acciones que tenemos que realizar y que no hemos iniciado. Probablemente no tienen avances ni fecha de inicio o terminación y sentimos que eso nos agobia; por lo tanto, los etiquetamos como preocupaciones. Déjame decirte que la mayoría de las cosas que te mortifican no son preocupaciones, son pendientes. Son situaciones en las que puedes hacer algo hoy para evitar consecuencias que puedas lamentar.
Una persona me decía que le “preocupaba” mucho el no saber si seguiría contando con un trabajo en el futuro. Ésa es una situación que agobia a mucha gente en estos tiempos. Pero esa situación debería de ser un pendiente por resolver, más que una preocupación, ya que desde este momento podemos hacer algo. Probablemente la decisión de contar con un trabajo, no dependa directamente de nosotros, pero podemos poner nuestro mejor esfuerzo, incrementar nuestra fe o implementar lo necesario para conservarlo.
La preocupación paraliza, causa miedo. Así como he sugerido cambiar la palabra “problema” por la palabra “obstáculo”, hoy te pido que cambies el término de algunas situaciones a las que les adjudicamos la palabra “preocupación”, por la palabra “pendiente”.
Recuerda la frase que desde hace mucho tiempo nos decían nuestros padres y abuelos: “Si tu mal tiene remedio, ¿para qué te preocupas? Y si no lo tiene, pues ¿para qué te preocupas?”.
¡Ánimo!