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La verdad es amor


Recientemente leí un artículo que tuvo mi mente dando vueltas doctrinales. Una líder evangélica popular le dijo a un grupo de adultos en edad universitaria que la mayor tentación que enfrentarían como cristianos es “hacer a un lado la Biblia en un intento por ser más parecidos a Jesús”. Y luego ella dijo que “quizá éste sería el más listo de los planes del diablo en su generación. Sacrificar la verdad en nombre del amor”.

Guau. ¿Así que el esquema más inteligente del Diablo para atraernos a los brazos del Infierno es hacernos ignorar la verdad de la Biblia en favor de ser “más parecidos a Jesús”? ¿Satanás querría que amáramos a otros como Cristo nos ama?

¡¿Qué?! Creo que recuerdo a los fariseos diciendo algo similar cuando Cristo sanó a un hombre que estaba “poseído por un diablo, ciego y mudo”. Para citar a los líderes religiosos de los días de Cristo: “Éste expulsa los demonios con el poder de Belcebú, príncipe de los demonios” (Mateo 12:22, 24) ¿La respuesta de Cristo? “Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo. ¿Cómo, pues, permanecerá su reino?” (Mateo 12:26) En otras palabras, si Satanás está en una guerra contra Cristo, ¿por qué dejaría que Cristo lo usara, al Diablo, para quitar sus propios demonios y curar a la gente, todo en nombre del amor?

Para evitar el truco del Diablo de “sacrificar la verdad en nombre del amor”, primero debemos definir el amor. Corintios 13: 4-7: “El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia ni orgullo ni arrogancia. No es grosero ni egoísta; no se irrita ni es rencoroso; no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Así que “¿Cuántas horas tiene que apartar Satanás cada día para ser amable, o para luchar para que salga la verdad, o no mantener ese rencor contra Dios por echarlo a él y a sus secuaces fuera del Cielo por rebelión hace unas cuantas eras? Estoy seguro de que Jeremías estaba citando a Dios cuando dijo: “Un leopardo no puede cambiar sus manchas”. (Jeremías 13:23).

Sólo el amor puro cura. El tipo de amor que Cristo tenía. No el amor manipulador, controlador y condicional que Satanás y la mayoría de la humanidad tienen en sus mentes que dice: “Te amaré sólo si haces esto por mí o dices eso por mí”.

Para entender el amor puro de Cristo, vamos al Evangelio de Marcos. El capítulo cinco habla de una mujer que “padecía hemorragias durante doce años; y que había sufrido mucho a mano de muchos médicos; y que había gastado todo lo que tenía, sin provecho alguno y más bien había empeorado. Cuando oyó hablar de Jesús, se acercó por detrás de la gente y tocó su manto. Pues ella se decía: ‘Si logro tocar aunque sólo sea su manto, sanaré’. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias; y sintió que había quedado sanada. Y Jesús, dándose cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio la vuelta en medio de la gente y preguntó: ¿Quién ha tocado mi ropa? Y sus discípulos le contestaron: Ves que la multitud te está apretujando y preguntas: ¿Quién te ha tocado? Y miró alrededor para ver a la que lo había hecho. Entonces la mujer asustada y temblorosa, sabiendo lo que le había pasado, se acercó, se postró ante él y le contó toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz, estás liberada de tu mal”.

En el momento en que esta mujer tocó el manto de Cristo, con la intención de ser sanada por Él, Cristo sintió que su virtud salía de su cuerpo. Éste es el poder de Cristo. Su virtud. Su bondad. Su carácter de alta excelencia moral. Su amor perfecto.

Tenemos que empezar a entender que el amor es lo que sana, no nuestro juicio, rechazo, o cualquier otro tipo de falta de respeto. Todos somos hijos de Dios, iguales ante sus ojos, y es nuestro desafío ser menos humanos y más divinos aprendiendo a amar como Dios: incondicionalmente. Al igual que fue el desafío de Adán y Eva el escoger desobedecer a Dios para experimentar por sí mismos el libre albedrío enganchado con el amor, los dos regalos más grandes de Dios a Sus hijos.

El amor “no se regocija de la injusticia, sino que se alegra cuando la verdad triunfa” (Corintios 13: 6). La verdad es amor y el amor es verdad. Ningún sacrificio es necesario para obtener uno sobre el otro, porque la verdad y el amor caminan juntos tomados de la mano. Deja que Dios decida quién entra a Su Cielo y quién no lo hace.

Para mí, “Nunca te arrepentirás de mostrar amor”. Madre Búho

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