Días difíciles
Ya pasaron 10 días desde que se inició el horario de invierno. Supuestamente en este momento, nuestro organismo ya debería estar acoplado al nuevo horario.
Los problemas de sueño, baja de rendimiento físico e intelectual, así como la posible depresión, deberían haber quedado atrás; pero el hecho es que aunque sólo es una hora de diferencia, debido a la época del año, son más de cuatro horas sin luz con respecto al verano. Y si a esto le agregamos que se empieza a bajar la temperatura, los días son cortos, oscuros y fríos.
Obviamente las actividades físicas en el exterior se limitan y lo que más deseamos es llegar a casa y acomodarnos en nuestro lugar favorito.
Hay estudios que indican que cuando el ojo percibe la falta de luz, se envía una señal al hipotálamo, en el cerebro, para que éste ordene que se active la producción de melatonina y serotonina, que son las hormonas que inducen al sueño y provocan la sensación de tranquilidad.
Del mismo modo, cuando el ojo percibe la luz, el cerebro aumenta la producción de hormonas estimulantes, como adrenalina, cortisona y noradrenalina, lo que produce un estado de alerta, capacidad de concentración, energía física y capacidad intelectual en general.
Además, el ciclo sueño-vigilia juega un papel determinante en la regulación de la producción de leptina (hormona de la saciedad) y grelina (hormona del apetito), que junto con la serotonina y la hormona del crecimiento, regulan los patrones de hambre y saciedad.
Está claro que los seres humanos “funcionamos” mejor con la luz que sin ella, pero eso es sólo teoría; el hecho es que tenemos que ajustarnos al nuevo horario y seguir trabajando con ánimo y sin tanta queja.
Ésta es otra de las mucha cosas por las que la experiencia de vivir y trabajar en este país sea un reto constante al que nos enfrentamos y que superamos exitosamente.
