Dependencia emocional
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Hay animales de ciertas especies que al nacer no necesitan de la alimentación ni los cuidados inmediatos de su madre para sobrevivir y salir adelante. En cambio, los seres humanos somos totalmente dependientes desde el momento en que nacemos. Si no se le brinda cuidado y alimentación a un recién nacido, muere irremediablemente.
Me impresionó una historia que vi en televisión, que enfatiza la gran fortaleza y el amor puro de una madre para su hijo. Esta mujer, que se encontraba en un safari en África, fue atacada junto con su pequeño de pocos años por un agresivo león. Ella se aferró fuertemente a su hijo, y se dispuso a emitir tremendos alaridos y rugidos que se oían con más fuerza que los del mismo león, lo que hizo retroceder a la fiera.
La madre no dudó en proteger a su niño aunque le costara la vida. Y el niño tampoco ha de haber dudado en la protección de su madre. Aquí está un ejemplo claro del estado de dependencia. Es un estado creado por la naturaleza en su sabiduría infinita. El problema se suscita cuando esa dependencia sigue desarrollándose por tiempo indefinido, sin causa que la amerite, como sería el caso de una enfermedad o discapacidad.
Por eso vemos a grandulones muchachotes que no saben guisar un huevo y mucho menos planchar una camisa. Y peor aún, hay quienes que por esa sobreprotección, sienten tanta inseguridad y miedo al fracaso, que evitan a toda costa enfrentar responsabilidades, y por lo tanto, prefieren seguir dependiendo económica y afectivamente de sus padres.
La dependencia se relaciona con debilidad, pasividad o inmadurez, y puede ser propiciada por muchos factores: Padres autoritarios que toman decisiones por sus hijos. Madres sobreprotectoras que les impiden su propio desarrollo, facilitándoles completamente la vida. Maridos que evitan a toda costa que las esposas participen en la toma de decisiones y tengan conocimiento de hasta lo más indispensable para el manejo del hogar. Si llegan a fallecer, dejan totalmente desvalida a la mujer que decían querer mucho, pero que nunca le otorgaron la confianza de compartir las responsabilidades.
Hay tres tipos de dependencia: Económica, social y emocional. Voy a referirme, precisamente a esta última; esa necesidad afectiva extrema que una persona siente en determinada relación. Puede manifestarse en la familia, en la amistad y en la relación de pareja, siendo en esta última donde se manifiesta más frecuentemente.
Esta dependencia cada vez es más habitual, aún y cuando los seres humanos tendemos a ser cada vez más autosuficientes. Sobre todo la mujer, quien afortunadamente está ahora más preparada y participa activamente en todos los roles de la sociedad.
Me impresiona la gran cantidad de dependientes emocionales que encontramos en nuestro entorno: Hombres y mujeres que en la relación de pareja y ante cualquier desavenencia expresan frases como: “Si te vas me muero”. “Si me dejas, mi vida no tendrá sentido”. “Eres mi oxigeno; si no estás no respiro”... Frases más, frases menos, pero el sentido de dependencia está manifiesto. Podría considerase como parte del cortejo en el amor, pero no siempre es así. Hay quienes verdaderamente viven todas y cada una de esas lamentaciones.
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Es algo penoso, a veces doloroso, observar que un miembro de nuestra propia familia depende emocionalmente de su pareja en forma patológica. Por eso es recomendable conocer el perfil de quienes pueden sufrir este tipo de crisis:
1. Buscan exclusividad en las relaciones. Celan a su pareja o a su amiga o inclusive a su compadre, por no encontrarlos cuando los necesitan (que por cierto, es muy frecuentemente). Necesitan un acceso constante lo cual se traduce en un estado asfixiante para quien fomenta esa dependencia: llamadas continuas, mensajes de texto por el celular, necesidad de diálogo por cualquier pretexto. En otras palabras, un aferramiento excesivo.
2. Necesitan la aprobación constante de los demás. Su autoestima está sumamente baja y quieren sentir que cada acto o palabras que dicen, son aprobados por la persona de quien tanto dependen.
3. Subordinación en las relaciones. Pueden caer incluso en el servilismo con tal de no perder la relación. Piden perdón frecuentemente por todo, tratando de evitar a toda costa un malestar de la persona en cuestión.
4. Tienen miedo e intolerancia a la soledad. Necesitan que alguien esté siempre a su lado; sólo así se sienten seguros.
5. Manifiestan estar tristes o enfermos para mantener la atención y los cuidados de quien tanto dependen. A veces inventan enfermedades, chantajean con tristezas falsas para sentirse atendidos, mimados.
Cada caso es distinto y las razones de la dependencia emocional pueden ser sumamente variadas. Pero sin lugar a dudas, la mejor forma de contrarrestar esta dependencia es haciendo más fuertes los vínculos familiares y desarrollar la capacidad de hacer a los hijos responsables, que se sientan amados y valorados, seguros de sí mismos.
Una relación basada en la agresividad y en causar sentimientos de inferioridad, nunca será una relación sana porque en ella no hay amor.
Es recomendable afianzar las relaciones ya existentes y ampliar el entorno social. Compartir las emociones y los sentimientos con más personas y no vivirlas en forma exclusiva. La soledad, fomenta tu dependencia emocional de las pocas personas que te rodean y cuando éstas llegan a faltar, te sientes perdido.
Alimenta tu mente con pensamientos positivos y basados en el amor y el afán de prosperidad. Busca ampliar el círculo de la gente con la que convives, ya que eso es siempre reconfortante para el alma. Incrementa tu diálogo con el Ser supremo y sentirás paz en tu interior.
¡Ánimo!
Hasta la próxima.