Esa etapa llamada adolescencia
¿Etapa de conflicto?, ¿de cambio?, ¿de rebeldía?, ¿de decisiones?, ¿de consolidación? Lo cierto es que el adolescente “adolece” de los conocimientos y herramientas para adaptarse a los cambios internos y externos que se presentan en esa edad.
Dichos cambios le ocasionan conflicto y es cuando más apoyo necesita, especialmente de quienes lo amamos y que muchas veces no sabemos comprenderlo. Es el período de transición para llegar a la madurez. Una etapa tan significativa que dependiendo de cómo se lleve repercutirá en su vida futura como adulto.
Me quedé sorprendido al leer estudios sobre el tema, donde mencionan que la duración de la adolescencia es de los ¡10 a los 20 años! No sé tú, pero yo siempre creí que era de los 13 a los 16. Los investigadores consideran adolescencia a la pubertad, adolescencia media y edad juvenil. A todo este período lo están considerando como parte de la adolescencia.
Lo importante de esta etapa es que es precisamente en esta edad donde sus conocimientos, su espiritualidad o su relación con Dios y el sentido que le den a la vida, trascenderá o no en su vida adulta. Se llama adolescencia precisamente porque adolece, le falta o necesita. ¿Y qué hacemos cuando detectamos que alguien a quien queremos necesita o le falta algo? Pues obviamente vemos la forma de dárselo. Buscamos ayudarlo, pero muchas veces la actitud de quienes los rodeamos es con agresividad o imposición ante la rebeldía que manifiestan. ¡Claro que es difícil mantener la calma ante tantos cambios en el carácter! Pero es precisamente en ese momento cuando más necesitan de nuestra comprensión, de nuestra empatía.
Es recomendable en ese proceso de ayudar o dar, el ser suaves en la forma y firmes en el fondo. Este ingrediente me ha servido mucho para sobrellevar a los adolescentes que he tratado, inclusive a mis hijos, que pasan ahora por esta etapa. He aprendido a poner reglas del juego con amor. A ser firme en las decisiones, pero siempre intentando ponerme en su lugar.
En esta etapa, el diálogo juega un papel fundamental. Hacerlos sentir que somos su fan número uno. Se oye medio raro, pero imagínate qué responsabilidad tan grande tendrán ellos al saber que sus padres los admiran y los quieren tal y como son.
Es fundamental mostrar afecto con palabras y evitar etiquetarlos por sus acciones. “¡Eres un malagradecido!” “¡Mira que sucio eres!” “¡Eres un burro!” El reconocimiento juega un papel fundamental, ya que sentirán que se les tiene confianza a ellos y a sus decisiones. Esto a la larga le ayudará a incrementar sus responsabilidades y a valorarse más.
Tú y yo sabemos que un adolescente se cierra al diálogo cuando el rechazo y los reclamos sustituyen la comprensión. Ante un fracaso evita la tentación de recriminarlo. Busca resaltar el esfuerzo más que el resultado y verás que tarde que temprano esto dará frutos. Siempre he creído que la mejor etapa para reafirmar la autoestima es la adolescencia. El amor propio y la valoración por su cuerpo hace que tomen mejores decisiones.
Te quiero recomendar los siguientes puntos para reforzar la autoestima en alguien que esté en esta etapa:
Invítalo a hacer una lista de sus fortalezas. Pídele que escriba para qué siente que es bueno. Es increíble como esto refuerza la autoestima de la gente y más en esta etapa de cambios.
Pídele que escriba sus tres principales éxitos de los últimos días. Deja que él le diga éxito a lo que crea conveniente.
El sentido de solidaridad es fundamental en esta etapa. Cuando el adolescente se siente útil su autoestima se incrementa. Invítalo a hacer algo por los demás. Los grupos juveniles de asociaciones o iglesias juegan un papel preponderante para valorarse o sentirse útil.
Invítalo a tener un crecimiento intelectual. Esto fortalece su actuar ya que el que más sabe generalmente demuestra más seguridad.
Para aumentar su seguridad y autoestima, invítalo a incluir frases en su vocabulario que lo lleven a la acción y al éxito como: “¡Yo puedo!” “¡Yo voy a lograrlo!”. Son frases que reafirman en gran medida su voluntad de hacer que las cosas sucedan.
Sé que esta etapa puede ser de conflicto. Y que lo mejor es preparar el terreno desde la etapa de la niñez con amor y comprensión. No puedo olvidar una frase célebre que leí hace años que decía: “La mejor forma de hacer buenos a los niños es hacerlos felices”. Estoy convencido de esto y más si la felicidad de ellos la basamos en poner límites siempre basados en el amor. En evitar la tentación de suplir con cosas el tiempo de calidad que ellos merecen y dar ejemplo del respeto y amor a la vida que deseamos que tengan.
¡Que la adolescencia que vivas en tus hijos sea para forjar un futuro mejor!
¡Ánimo!
¡Hasta la próxima!