Andrea Pardo Spalding Arquitecta inmigrante, resultado de una crianza impulsada por enfoque y valent
Cuando la arquitecta profesional e inmigrante Andrea Pardo Spalding llegó por primera vez a Estados Unidos cuando tenía 15 años de edad, la animaron a tomar cursos fáciles, algo que podría ser más complaciente con sus aptitudes en desarrollo como una nueva estudiante estadounidense. Menos preparación para la universidad y más, por ejemplo, artes visuales.
Aunque ella prefirió tener materias difíciles pronto, recuerda a sus asesores académicos diciéndole “esto es demasiado para ti” en ese entonces, un mensaje que siguió escuchando por el resto de su carrera académica hasta que se graduó de la Universidad del Estado de Kansas con una maestría en Arquitectura.
Su coraje le ha ganado un lugar poco común en la sociedad, tanto como una inmigrante de primera generación con un grado avanzado, como una profesional que trabaja en un campo donde las mujeres son subrepresentadas de manera repetitiva. Una encuesta de 2012 de los profesionales que trabajan en el Instituto Americano de Arquitectos mostró un desequilibrio abrumador en ese campo. A pesar de que casi la mitad de los estudiantes de Arquitectura son mujeres y cerca del 40% de los becarios son mujeres, la membresía del instituto es sólo del 16% femenina. Un número similar son directores de empresas o socios.
Andrea está actualmente con HMN Architects Inc.
Ella explica que parte de su posición favorable es simplemente esfuerzo puro, pero agregó que inmigrantes como ella tienen un talento para aprovechar la experiencia. “Puedo decir que realmente los inmigrantes valoran las oportunidades mucho más”, dijo.
Andrea indicó que sus padres fueron clave al mostrarle el valor del trabajo arduo desde muy temprano. Ellos son dueños de Pardo Grand Buffet, ubicado en 904 de Southwest Blvd., y tenía su trabajo allí como cajera y en cualesquiera otras funciones que pudieran necesitarse en el restaurante. Manejar el restaurante requería no sólo esfuerzo, sino también enfoque y una misión centrada para elaborar una estrategia de negocios funcional, refirió. “Mi padre siempre ha trabajado mucho, pero era visionario en términos de lo que realmente quería hacer”, dijo.
Es esa sensación de estar centrada en la estrategia lo que la llevó a través de la difícil situación de ser lo que en términos más amigables se conoce como “Nueva Americana”, un término político entretejido en la política progresista que identifica a los recientes reclutas de la sociedad estadounidense. El término confunde las piezas más difíciles de ese viaje: el choque cultural, el distanciamiento y el temor al compromiso con un sistema de inmigración aparentemente caprichoso.
Andrea comentó que el convertirse en ciudadana estadounidense no ha cambiado la ansiedad que viene con ser una Nueva Americana. “Siempre viví con miedo”, dijo. “En este momento, soy una ciudadano, pero ese (miedo) nunca se borrará completamente”. Es una sensación que se refuerza con el lenguaje fuerte de la clase política contra los inmigrantes y el duro discurso dirigido a aquellos como ella y su familia.
Ella sabe que está por ahí, pero no devuelve el tono.
“Este amor que tengo por esta comunidad, por mí significaría mucho si pudiera contribuir para que mi comunidad sea mejor”, declaró Andrea agregando que le gustaría algún día construir bibliotecas, estaciones de policía y otros centros comunitarios en su ciudad natal.